ARMSTRONG EN EL ACETATO
El pasado en rampa de fantasmas,
en orquesta de viajero cuyo
Amanecer es la moraleja de la vida.
Alguien dijo: se debe Pintarrajear una veta,
abrir un hocico en el hueco, coronar
De cielo el techo de la viuda, romper el azur
y hablarse del cero.
Una voz decía: ensarta todo (especialmente
la lumbre),
filma y sigue la voz de Louis Armstrong,
baraja los cartílagos del baile
que están en el sueño.
En medio de la travesía dolorosa,
rueda la luna, una menta, una infancia
untada en el calibre
de lo ingrato y de la infeliz maniobra.
Y qué dijo el cantante?
Por la breve nota me iré.
Por el saxo soplado hará falta un labio
Que coincida con los fósiles.
Si por las planicies pasa un tigre
lo salpicará de rabiosas líneas.
Y la voz final dijo:
crecerá veloz mi tendón de futuro
Y de finas fementidas esquizofrenias.
CONEXIONES CON EL JAZZ
A todo lo salpica un fetiche:
Louis Armonstrong es tocado
por un fonógrafo expandido en risa,
Charlie Parker por un saxo de cráneo en llamas
Y niños como puntos negros debajo de la lluvia.
A quien boxea
Un tratado de quiromancia
Le tira algo contrario a manos que apuestan
al perfume,
A quien se despide en Broadway una gasa
polvorienta
O un tocador para cubrir el rostro
que nunca se olvida.
Desplaza la tira cómica
la entreabierta carcajada
Que carga el fantasma:
aire de para qué o casas enanas
De mi infancia,
Gama que aterriza en un inventario
que defiende los campos.
Después de todo, el objeto sale desnudo
A final de cuentas, un pájaro avive la bestia
que nos da la muerte.
El jazz atraviesa honrosamente las nómadas
demencias,
Las pocilgas tibias de lo perozozo.
Canto algo: toda la desgracia viene
desde arriba.
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